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Lo secuestraron y lo esclavizaron crimen organizado en Guerrero

Un joven de 23 años que cursaba su último semestre en una facultad de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), narra el infierno que vivió en los campos de reclutamiento del crimen organizado donde era obligado a sembrar amapola.

El joven -quien pidió omitir su nombre porque penden amenazas sobre su vida y la de su familia- fue secuestrado en las calles de Iguala; trabajó durante seis meses en jornadas de sol a sol; sometido constantemente a torturas, se alimentó con sobras de comida, hierbas y hojas de árboles. Bajó 20 kilos durante su reclutamiento.

“Llegábamos a esa casa, a veces nos daban de comer y caíamos rendidos para dormir”, dice el joven.

“Para que no me golpearan o torturaran yo le echaba muchas ganas a la siembra”.

Dice que era preferible trabajar en la siembra para evitar ser obligado a trabajar en un laboratorio donde se procesaba la droga (heroína y cocaína).

“Si me hubieran llevado ahí (al laboratorio clandestino) no sé que hubiese pasado conmigo; seguramente estaría enfermo por inhalar eso (la droga) o a lo mejor ya estuviera muerto”, señala.

El sobreviviente de este infierno recuerda que sus vigilantes eran muchachos armados entre los 15 y 20 años, todos armados y con el rostro descubierto.

“Tenían buenos celulares y siempre veía que adoraban a la Santa Muerte que la tenían en un nicho. Hablaban del desprecio que tenían a la vida humana y contaban cómo mataban a alguien como si no fuera nada”, rememora.

“Yo pesaba 65 kilos, y cuando me encontraron (abandonado por sus captores en la sierra) tenía 40 kilos”, dice afligido.

Su padre, que le acompaña en la entrevista, indica que el plagio le dejó secuelas.

El padre del joven comenta que cuando fue rescatado en la Sierra, su hijo no recordaba nada y apenas lo reconocía.

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