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El costo laboral de las políticas migratorias de Trump: campos y obras paralizados por el miedo

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Lidia tiene 36 años, tres hijos ciudadanos estadounidenses y un temor constante: que un control migratorio truncé la vida que ha construido durante más de dos décadas en Estados Unidos. Es una de las miles de jornaleras que cosechan tomate en el valle de California, y aunque su trabajo es indispensable, su permanencia es precaria.

“Lo que preocupa es que te detengan mientras conduces y te pidan papeles”, confiesa Lidia, quien pidió ser identificada sólo por su nombre por miedo a ser deportada. “Necesitamos trabajar. Necesitamos alimentar a nuestras familias”.

Su caso no es aislado. De acuerdo con un análisis del Pew Research Center basado en datos preliminares de la Oficina del Censo, más de 1.2 millones de migrantes han salido de la fuerza laboral estadounidense tan sólo en los primeros siete meses de 2025. Esta reducción –la primera en años– está impactando severamente sectores que dependen históricamente de manos migrantes, tanto documentadas como indocumentadas.

Agricultura: cosechas perdidas y temor en los campos

El 45% de lxs trabajadorxs en agricultura, pesca y silvicultura son migrantes. En regiones como el condado de Ventura, al noroeste de Los Ángeles, los efectos ya son tangibles. Lisa Tate, quien gestiona ocho ranchos familiares de cítricos y aguacates, relata que a principios de año los equipos de jornaleros comenzaron a reducirse. No atribuye abiertamente la escasez a las políticas migratorias, pero sí al “miedo” que generan las redadas.

“Detenían a personas en lavanderías, a un costado de la carretera”, cuenta Tate.

Elizabeth Rodríguez, directora de defensa de trabajadores agrícolas del National Farmworker Ministry, es más directa: “En mayo, durante el pico de la temporada de sandías y melones, las redadas paralizaron todo. Muchas cosechas se desperdiciaron”.

Construcción: obras frenadas y mano de obra evaporada

El sector de la construcción, donde el 30% de lxs trabajadorxs son migrantes, también sufre el impacto. En áreas metropolitanas como Riverside-San Bernardino y Los Ángeles, se han perdido más de 13,000 empleos en los últimos meses, según la Associated General Contractors of America.

Ken Simonson, economista jefe de la asociación, explica: “Los contratistas dicen que contratarían a más personas si pudieran encontrar trabajadores calificados y si las restricciones migratorias no estuvieran interrumpiendo el suministro”.

En McAllen, Texas, Elizabeth Rodríguez confirma que numerosos sitios de construcción “están completamente muertos” y que el ICE se ha enfocado deliberadamente en estos lugares, así como en talleres mecánicos.

Atención médica: la siguiente crisis

Pero quizá el efecto más preocupante se observe en el sector salud. Según Stephanie Kramer del Pew, los migrantes constituyen aproximadamente el 43% de los asistentes de cuidado a domicilio. Arnulfo De La Cruz, presidente del Sindicato Internacional de Empleados de Servicio (SEIU) en California, alerta:

“¿Qué va to pass cuando millones de estadounidenses ya no encuentren quién los cuide? ¿Quién va a dotar de personal nuestros hospitales y asilos?”.

Un futuro incierto

Pia Orrenius, economista del Banco de la Reserva Federal de Dallas, señala que históricamente lxs migrantes han contribuido con al menos el 50% del crecimiento del empleo en EE.UU. Hoy, con el cruce fronterizo “prácticamente detenido”, la capacidad de creación de empleos se ha visto mermada.

Mientras, personas como Lidia siguen trabajando cada día con la sombra de la deportación sobre sus hombros. “No sé si podría llevarme a mis hijos”, dice. “Me preocupa tener que empezar de cero. He estado toda mi vida aquí”.

El debate migratorio ya no es sólo político o humanitario: es económico, y sus efectos comienzan a sentirse en la mesa, en las obras y pronto, quizá, en los hogares de quienes necesitan cuidados.

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