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Internacional

Estados Unidos lanza una masiva operación de represalia en Siria tras la muerte de dos soldados

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En una respuesta militar de gran envergadura, Estados Unidos ejecutó este viernes ataques aéreos y de artillería contra más de 70 objetivos del Estado Islámico (ISIS) en territorio sirio. La operación, denominada “Ataque Ojo de Halcón” por el Departamento de Defensa, se presenta como la represalia directa por el ataque del 13 de diciembre en Palmira, Siria, que costó la vida a dos soldados estadounidenses y a un intérprete.

“Este no es el comienzo de una guerra, es una declaración de venganza”, afirmó de forma contundente el secretario de Defensa, Pete Hegseth, a través de la red social X. Y añadió: “Hoy, perseguimos y matamos a nuestros enemigos. A muchos. Y continuaremos”. El mensaje refleja el tono adoptado por la administración Trump, que ha buscado atribuir la responsabilidad del ataque inicial exclusivamente al ISIS, distanciándolo del nuevo gobierno sirio de Ahmed al-Sharaa.

El Comando Central de EE.UU. (CENTCOM) detalló que en los ataques coordinados participaron aviones de combate F-15E Strike Eagle, helicópteros de ataque AH-64 Apache y sistemas de artillería de alta movilidad HIMARS, similares a los suministrados a Ucrania. Las Fuerzas Armadas de Jordania brindaron apoyo con sus propios cazas. CENTCOM publicó imágenes inusualmente detalladas de las armas utilizadas, mostrando municiones guiadas por GPS y láser.

Un mensaje de fuerza y un contexto diplomático complejo

El presidente Donald Trump reiteró la advertencia desde sus redes sociales: “Todos los terroristas que son lo suficientemente malvados como para atacar a los estadounidenses quedan advertidos: SERÁN GOLPEADOS CON MÁS FUERZA QUE NUNCA ANTES”. En su comunicado, Trump también aseguró contar con el “pleno apoyo” del gobierno sirio para esta operación.

Esta afirmación introduce un matiz significativo en el complejo escenario político-militar sirio. La ofensiva ocurre apenas un mes después de que el presidente sirio, Ahmed al-Sharaa –sucesor de Bashar al-Asad–, mantuviera una histórica reunión en la Casa Blanca. En ese encuentro, Sharaa, un exyihadista cuya captura llegó a tener una recompensa de 10 millones de dólares ofrecida por Washington, logró un alivio de sanciones a cambio de prometer unirse a la coalición liderada por EE.UU. contra el ISIS.

Los ataques del viernes marcan al menos la tercera ocasión importante en que Trump ordena acciones militares directas, sumándose a operaciones contra los hutíes en Yemen, el programa nuclear iraní y el narcotráfico marítimo. Sin embargo, también representan una continuación de su postura frente a Siria, donde durante su primer mandato ordenó dos series de bombardeos contra blancos asociados al programa de armas químicas de Bashar al-Asad.

El ataque mortal en Palmira, donde el pistolero fue abatido y posteriormente se realizaron arrestos según reportes sirios, reactivó la maquinaria bélica estadounidense en la región. Mientras el Pentágono insiste en el carácter puntual y de represalia de esta operación, la escala de los bombardeos y la retórica empleada subrayan la volatilidad persistente en Siria y la determinación de Washington de responder con fuerza abrumadora a cualquier amenaza contra sus tropas.