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Los conservadores ganan en Alemania y la extrema derecha queda en segundo, algo nunca visto desde el fin de la Segunda Guerra Mundial

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Este domingo, Alemania vivió una jornada electoral que dejó un escenario político fracturado y lleno de incertidumbre. La alianza demócrata cristiana, conformada por la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y su aliada bávara, la Unión Social Cristiana (CSU), se alzó con una victoria pálida al obtener entre el 28% y 29% de los votos, según los resultados preliminares. Sin embargo, la falta de una mayoría clara obligará al virtual próximo canciller, Friedrich Merz, a buscar alianzas complejas para formar gobierno.

La participación ciudadana fue masiva, con un 84% del electorado ejerciendo su derecho al voto. Aunque la CDU/CSU se mantiene como la fuerza política más votada, su resultado no fue suficiente para garantizar una mayoría absoluta en el Bundestag, el parlamento federal alemán, que requiere 316 de los 630 escaños para gobernar. Según las proyecciones, la alianza demócrata cristiana obtendría alrededor de 196 diputados, lo que la deja lejos de la cifra necesaria.

El gran sorpresivo de la noche fue el partido ultranacionalista de derecha Alternativa para Alemania (AfD), que logró casi duplicar su apoyo electoral y se posicionó como la segunda fuerza política del país, con aproximadamente el 18% de los votos y 141 escaños. Este resultado marca un hito histórico para la agrupación, que nunca antes había alcanzado un nivel de apoyo tan alto desde su fundación. Alice Weidel, líder del AfD, celebró el triunfo con euforia y extendió una mano a la CDU para explorar una posible coalición, algo que Merz descartó de inmediato.

El ascenso del AfD, un partido con vínculos filonazis y abiertamente pro-Putin, ha generado preocupación tanto dentro como fuera de Alemania. Su crecimiento se ha visto impulsado por el apoyo de figuras internacionales como el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, y el magnate Elon Musk, quienes han expresado simpatía por su agenda ultranacionalista. Además, el AfD consolidó su fortaleza en los territorios que alguna vez conformaron la Alemania del Este, donde obtuvo un respaldo significativo.

Por otro lado, el Partido Socialdemócrata (SPD), tradicionalmente una de las fuerzas políticas más importantes del país, sufrió un revés histórico al obtener entre el 16.3% y 16.5% de los votos, su peor resultado en décadas. Con 113 escaños proyectados, el SPD enfrenta un futuro incierto en un panorama político cada vez más polarizado.

Los Verdes, por su parte, lograron 84 escaños, mientras que La Izquierda, beneficiada por el voto joven, casi duplicó su representación al pasar del 4.5% al 9%, obteniendo 61 diputados. El partido de ultraizquierda BSW, que comparte posturas antiinmigración y pro-Putin con el AfD, obtuvo 34 escaños, y los liberales apenas consiguieron uno.

En su discurso tras conocerse los resultados, Friedrich Merz reconoció la magnitud del desafío que enfrenta. “Sé que no será fácil”, admitió, al tiempo que extendió un llamado a sus rivales políticos para formar un gobierno funcional. “El objetivo principal es recrear lo más rápidamente posible un gobierno capaz de actuar en Alemania, con una buena mayoría parlamentaria”, afirmó. Sin embargo, descartó cualquier tipo de negociación con el AfD, una postura que ha mantenido firme desde el inicio de la campaña.

Mientras tanto, en las calles de ciudades como Múnich, la vida transcurría con normalidad. Los bávaros, tradicionalmente leales a la CSU, llenaron las cervecerías y celebraron con bufandas rojas y blancas del Bayern Múnich, en un ambiente alejado de la tensión política que se vive en Berlín.

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