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Internacional

Teherán bajo las bombas: crónica de una ciudad fantasma

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El norte de Teherán presenta un panorama desolador. En el distrito 3, donde recientemente un ataque israelí destruyó parcialmente las instalaciones de la televisión estatal (IRIB), las calles permanecen casi vacías. Solo algunos transeúntes nerviosos se aventuran fuera, cargando bolsas con alimentos básicos, mientras el sonido de explosiones distantes y sistemas antiaéreos rompe el silencio de manera intermitente.

El ambiente en la avenida Valiars, normalmente animada, resulta particularmente inquietante. La mayoría de los comercios permanecen cerrados, con excepción de algunas panaderías donde se forman pequeñas colas. El parque Mellat, que suele estar lleno de familias y turistas, hoy aparece desierto, salvo por ocasionales transeúntes que caminan rápidamente hacia sus destinos.

Entre los pocos que permanecen en la zona se encuentra Ali, un empresario local dedicado al comercio de perfumes. Sentado en un café que antes frecuentaba, comparte su decisión de abandonar la ciudad con sus padres en los próximos días. “Mis padres vivieron la guerra con Irak y esto les trae recuerdos muy dolorosos”, explica, mientras el estruendo de las defensas antiaéreassirve como telón de fondo a la conversación.

No muy lejos de allí, una mujer pasea a su perro con visible tensión. Al ser abordada, relata cómo el ataque contra la sede de IRIB, ubicada cerca de su vivienda, la dejó profundamente afectada. Sin embargo, la charla es interrumpida por agentes de seguridad que, tras verificar identificaciones, recomiendan a todos buscar refugio.

La situación en la capital iraní ha empeorado progresivamente desde que comenzaron los bombardeos israelíes. Según cifras provisionales, los ataques han dejado al menos 232 víctimas fatales y alrededor de 1,800 heridos, en su mayoría civiles. Esto ha provocado un éxodo masivo hacia provincias cercanas, particularmente hacia Mazandarán, junto al mar Caspio. Las carreteras que conducen al norte muestran un tráfico inusual para la época, con familias enteras huyendo de la violencia.

Las autoridades han implementado restricciones severas, incluyendo la prohibición de tomar fotografías o videos en espacios públicos. En varios puntos de la ciudad, efectivos de seguridad revisan dispositivos móviles y documentación, especialmente cuando identifican a personas que consideran sospechosas.

Mientras el conflicto continúa, Teherán, una metrópolis que normalmente alberga a más de 10 millones de personas, se ha convertido en escenario de una guerra que sus habitantes nunca imaginaron vivir. Los recuerdos del conflicto con Irak en los años ochenta resurgen entre los más mayores, mientras que los más jóvenes enfrentan por primera vez el sonido de las sirenas y la incertidumbre de no saber qué traerá el próximo amanecer.

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