Internacional
Un año de búsqueda en la oscuridad: familias de desaparecidos en Siria enfrentan un muro de silencio
Un año después del derrocamiento del régimen de Bachar al Asad, la búsqueda de decenas de miles de desaparecidos en Siria continúa siendo una herida abierta para miles de familias, que se enfrentan a un laberinto de información fragmentada, archivos destruidos y esperanzas que se desvanecen.
Según estimaciones de Naciones Unidas, al menos 130.000 personas fueron víctimas de desaparición forzada durante el conflicto que comenzó en 2011, aunque organizaciones locales elevan la cifra hasta los 300.000. La mayoría de los casos se atribuyen a los órganos de seguridad del antiguo régimen, cuyas prisiones, como la infame cárcel de Sednaya, se convirtieron en símbolos de terror.
“Aquí no hay nada, no hay nada en los registros”
Para Mohamed Issam Haqqi, la búsqueda de su hijo Rami, desaparecido en los primeros años del conflicto, terminó en el caos de Sednaya tras la liberación. “Mis hijos revisaron todos los registros, buscaron en las cámaras… pero no encontraron nada”, relata. Las instalaciones, conocidas como “el matadero humano”, fueron halladas con archivos esparcidos y sistemas destruidos, borrando las huellas de los reclusos.
La única pista sobre el destino de Rami llegó años más tarde, y de la forma más frágil: una lista publicada en Facebook, supuestamente con registros de un hospital militar, indicaba su fallecimiento en 2015. Sin más confirmación, Mohamed decidió aceptarlo. “Recé la oración fúnebre en ausencia. Se acabó para mí”, afirma resignado. La guerra ya le había arrebatado a otro hijo, muerto en combate.
Una espera sin respuestas
La historia de Mohamed se repite en miles de hogares sirios. Fátima Hila Talawi al Fattal no tiene noticias de su esposo desde febrero de 2014. Tras tocar todas las puertas —policía, oficinas de reconciliación, la Media Luna Roja—, solo le queda la fe. “Mi esperanza está en Dios”, dice, aunque reconoce que, después de la liberación de las prisiones, la incertidumbre se ha vuelto más pesada.
A pesar de la creación, en mayo pasado, de una Comisión Nacional para los Desaparecidos, el proceso avanza con lentitud burocrática. Expertos advierten que localizar a decenas de miles de personas requiere de una coordinación masiva y recursos que aún no se materializan.
Mientras, el hallazgo de fosas comunes desde Alepo hasta Rif Damasco confirma, de manera sombría, lo que muchas familias temían: la muerte silenciosa de quienes un día fueron arrancados de sus hogares.
Un año después del cambio de régimen, la justicia para los desaparecidos sigue siendo una promesa incumplida, y el duelo, un proceso interrumpido por la falta de verdades concretas. Para miles, la liberación política no ha significado la liberación de saber qué pasó con los suyos.








