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El auge y caída de Al Capone, el gangster más famoso

Capone había nacido en Brooklyn en el seno de una familia numerosa de inmigrantes italianos que se había elevado desde una pobreza casi extrema a la cumbre de los negocios fuera de la ley de los Estados Unidos

“Alphonse Gabriel Capone, a quien sus hombres más cercanos llamaban ‘Al’ y a quien en Chicago todos conocían como ‘Scarface’ debido a la cicatriz que atravesaba su rostro, solía afirmar: ‘Puedes llegar lejos con una sonrisa, pero llegarás aún más lejos con una sonrisa y un revólver’.

Esta cicatriz era el resultado de una noche de borrachera en la que insultó a la hermana de su amigo Frankie Galuccio, desencadenando un duelo de cuchillos.

Contra todo pronóstico, Al y Frankie continuaron siendo amigos, incluso más unidos que antes, ya que Capone valoraba profundamente a sus amigos, que eran pocos pero leales.

Capone también solía decir: ‘Ten cuidado a quiénes llamas amigos. Yo prefiero tener cuatro cuartos de dólar que cien centavos’. Además de ser un mafioso, Capone era un hombre aficionado a las frases y sentencias.

En octubre de 1931, a pesar de su ejército de matones, Capone se encontró inesperadamente sin salida.

Se sentó en el banquillo de los acusados, pero no por los innumerables asesinatos que se le atribuían, sino por el simple delito de evasión de impuestos.

A pesar de ser conocido por ser responsable de numerosos asesinatos y dueño en las sombras de un vasto imperio que abarcaba cervecerías, destilerías, bares clandestinos, almacenes, flotas de barcos, camiones, night clubs, casas de juego, hipódromos, canódromos, prostíbulos, sindicatos y asociaciones comerciales e industriales, lo manejaba desde la lujosa habitación de uno de sus hoteles, el Lexington de Chicago.

Cuando no comandaba su organización criminal desde Lexington, pasaba el tiempo con Mae, su mujer, y su hijo Sonny, al que adoraba, en una mansión estilo colonial valuada en 16 millones de dólares que había comprado en una isla de Bahía Vizcaína, en Palm Island.

La residencia estaba compuesta por tres casas integradas en una isla artificial: había una a la entrada, la villa principal y una cabaña de dos pisos con todos los lujos al costado de una pileta de 162 metros cuadrados con aguas templadas.

Para moverse tenía una flota de autos, pero siempre utilizaba un Cadillac blindado que pesaba siete toneladas y tenía los paragolpes diseñados con un material que resistía cualquier impacto sin siquiera abollarse. Era imposible secuestrar o matar a Capone chocándole el auto para obligarlo a detenerse.

Como recurso adicional le habían diseñado un dispositivo en la luneta por el cual podía sacarse el caño de una ametralladora. Y disparar sus ráfagas, claro. Tan seguro era el Cadillac que, cuando lo decomisaron, pasó a formar parte de la flota de seguridad del presidente Franklin Delano Roosevelt.

Por entonces Alphonse “Al” Gabriel Capone estaba en la cima y se creía – se sabía – intocable, aunque lo persiguieran “Los Intocables”, un grupo de agentes federales encabezado por Elliot Ness llamado así porque habían demostrado que no podían ser “comprados” por el hombre más poderoso de la mafia norteamericana.

Así reinó su mundo hasta el 17 de octubre de 1931, la fecha de su desgracia. Los días 17 terminaron marcando hitos en la vida de Capone: nacido el 17 de enero de 1899, otro 17 de enero, el de 1920, se promulgó la “Ley Seca” que haría posible su poder y su fortuna, y ese último 17 de octubre, cuando solo tenía 32 años, escuchó la condena que lo mandaría a la cárcel.

Una simple condena por evasión de impuestos que no solo lo pondría entre rejas, sino que le costaría su imperio criminal, su salud, su fortuna y se llevaría tempranamente su vida.

Hijo de un matrimonio de inmigrantes italianos proveniente de Salerno, Nápoles, Alphonse – nacido en Brooklyn el 17 de enero de 1899 – y sus ocho hermanos habían vivido una infancia de privaciones. Su padre, Gabriele Capone, trabajaba como barbero, y su madre, Teresina Raiola, era costurera.

Alphonse tuvo que dejar la escuela a los 14 años, cuando cursaba a duras penas quinto grado, expulsado por pegarle a una profesora. Durante los dos años siguientes trabajó de lo que se le presentaba. Fue dependiente en una confitería, empleado en un bowling y obrero en una fábrica de cartón.

A los 16 conoció al hombre que le cambiaría la vida, el calabrés Johnny Torrio, un capo conocido en el mundo del hampa como “el gánster caballeroso”, que controlaba los negocios y las operaciones ilegales de la Costa Este.

Impresionado por la historia de la agresión de Al a la profesora, Torrio lo destinó a una de las bandas juveniles que le respondía, los “Five Points Gang”, especializada en dar palizas a los comerciantes que se retrasaban en pagarle las “cuotas de protección”. Con ellos, Capone aprendió a utilizar armas y también a matar.

El siguiente peldaño en su carrera criminal lo dio como guardaespaldas de los mafiosos Frankie Yale y Tony “El Malo” Torelli. En eso estaba cuando una noche le hicieron las marcas en el rostro que le darían su apodo.

Si el abuso del alcohol le costó a Capone tres tajos en la cara, su prohibición fue la catapulta que lo llevaría a lo más alto de la mafia.

El 17 de enero de 1920, el día que cumplía 21 años y era un recién llegado en Chicago, la Enmienda XVIII a la Constitución de los Estados Unidos estableció lo que pasaría a la historia como la “Ley Seca”, que prohibía a los norteamericanos el consumo de alcohol.

Torrio vio la veta y, secundado por un Capone de apenas 21 años, montó una verdadera cadena de bares ilegales (conocidos como “speakeasies”), integrada con la red de prostíbulos y casas de juego clandestino que ya tenía en funcionamiento.

Para trabajar con tranquilidad compraron a policías y políticos, al mismo tiempo que expandían su territorio gracias a la muerte – adjudicada a Capone pero nunca probada – del principal rival de Torrio, “Big Jim” Colosimo.

Para 1924 ya eran los dueños de la ciudad. Incluso habían impuesto a su candidato en las elecciones municipales después de una campaña que incluyó el secuestro de varios de sus rivales y el amedrentamiento de votantes.

Poco después – tras un atentado en el que salvó milagrosamente la vida – Torrio decidió retirarse y volver a su Italia natal para terminar tranquilamente sus días. Dejó todos sus negocios en manos de quien ya era su consiglieri, Alphonse Gabriel Capone, convertido así en el jefe indiscutido del hampa de Chicago. Corría 1925 y el bueno de Al acababa de cumplir 26 años.

A pesar de que Capone tenía a la ley y el orden de Chicago comprados no podía evitar que la Justicia Federal lo persiguiera.

Durante años los agentes de la Agencia de Prohibición liderados por Eliot Ness y conocidos como “Los Intocables” intentaron probar sin suerte que estaba violando la Ley Seca. Al mismo tiempo, un agente de inteligencia del gobierno de los Estados Unidos llamado Frank Wilson, buscaba pruebas que pudieran relacionar sus ingresos con el juego ilegal.

Parecía que era imposible tocar al “Rey del Hampa” hasta que descubrieron que, a partir de una nueva ley promulgada en 1927, era posible procesarlo por evasión de impuestos. Un delito menor, si se lo comparaba con las muertes que se le adjudicaban, pero que daba la posibilidad de ponerlo detrás de las rejas.

Lo lograron convenciendo al abogado Edward O’Hare, uno de los asesores de negocios de Capone, para que descifrara un incomprensible libro de contabilidad que los agentes federales habían encontrado en un allanamiento.

Con esa prueba lo llevaron a juicio acusado de 22 cargos de evasión impositiva.

Sin embargo, Capone no se mostraba preocupado. Creía que todavía tenía cartas ganadoras para eludir a la justicia federal.

La primera fue “convencer” al fiscal de la causa, de apellido Johnson, para que aceptara que “Scarface” se declarara culpable a cambio de una condena de dos años de prisión en suspenso. El fiscal aceptó firmar el “acuerdo” que le presentaban los abogados de Capone pero cuando todo parecía arreglado se encontraron con un obstáculo inesperado: el juez federal James Wilkerson no aceptó el arreglo y decidió realizar el juicio.

Cuando finalmente se seleccionaron los doce jurados que deberían dictaminar la culpabilidad o inocencia del Rey del Hampa, Capone jugó su siguiente carta: los compró a todos haciéndoles una oferta de dinero que ninguno pudo rechazar, porque hacerlo le costaría la vida.

Así estaban las cosas el 6 de octubre de 1931, cuando Alphonse Capone bajó por primera vez de su auto blindado frente al Tribunal Federal de Chicago y, antes de entrar, le compró la primera manzana al italiano del puesto de frutas con un billete de 100 dólares.

Después entró sonriente a la sala del tribunal y miró también sonriendo a todos y cada uno de los miembros del jurado que lo absolvería. Seguía sonriendo cuando el juez James Wilkerson entró a la sala y se sentó en el estrado.

Entonces escuchó las primeras palabras del juez:

“El jurado puede retirarse, lo voy a reemplazar por el que está en la otra sala”, dijo inesperadamente y sorprendió a todos.

Capone dejó de sonreír y la palidez que lo invadió remarcó como nunca las tres cicatrices que cruzaban su cara.

La noche anterior al inicio del juicio Elliot Ness le había advertido al juez que el jurado estaba comprado por Capone. No podía probarlo, pero a Wilkerson le quedaba el recurso de reemplazarlo por los jurados elegidos para otro juicio.

Con los nuevos jurados aislados por orden del Tribunal, los hombres de “Scarface” no tuvieron oportunidad de llegar hasta ellos con sus ofertas y amenazas.

El 17 de octubre de 1931, el fiscal pronunció su alegato final:

“¿Quién es este hombre? ¿Es un boy scout que se encontró con un tarro lleno de oro al final de un arco iris? ¿O es Robin Hood, como sugiere su abogado? ¿Acaso pagó 8.000 dólares por una hebilla de cinturón hecha de diamantes para dársela a los pobres? No. ¿Compró 6.500 dólares de carne para regalarla? No. ¿Alguna vez se lo vio ligado a un negocio legal? No. ¡Y su abogado todavía insiste en que este hombre no tiene ningún ingreso!”, dijo cerrando su discurso.

Después de debatir durante casi nueve horas, los doce jurados declararon a Alphonse Capone culpable de tres cargos de evasión impositiva y lo condenó a 11 años de prisión. Cuando lo sacaban esposado de la sala, se cruzó con Elliot Ness, el jefe de “Los Intocables” que lo había perseguido durante años.

“Algunos tienen suerte. Yo no. De todas formas, el negocio me estaba generando demasiados gastos. Deberían legitimarlo”, le dijo “Scarface”.

“Si fuera legítimo, te alejarías del negocio”, le contestó el jefe de “Los Intocables”.

Al día siguiente, The New Yorker tituló: “Once años para el Rey del Hampa”.

Al Capone fue llevado a una prisión en Atlanta, pero pocos meses después, al descubrir que vivía allí con las comodidades de un hotel, lo trasladaron a la temible cárcel de Alcatraz.

Lo que más extrañó Capone mientras estuvo allí, fue a su familia y sobre todo a su hijo Sonny, que quien le mandaba cartas que decían cosas así:

“A mi Querido Hijo, bueno Hijo de mi corazón, aquí está tu querido padre, que te ama con todo mi corazón y orgulloso de tener un hijo tan inteligente como tú”, le escribió el otrora Rey del hampa con la letra temblorosa que le provocaba una enfermedad que se le desató cuando estaba en prisión.

Lo liberaron cuando había cumplido sólo seis años y cinco meses de condena, debido a su precario estado de salud. Estaba al borde de la demencia a causa de una sífilis contraída en la adolescencia y nunca tratada.

Murió de un derrame cerebral en la bañera de su casa de Florida el 25 de enero de 1947, pero al morir se transformó en una leyenda que dio lugar a libros y películas taquilleras.

En unos y otros se citan muchas de las frases a las cuales era afecto, entre ellas una que pintaba de manera brillante las luces y sombras del sistema en el que se había movido como un pez en el agua:

“Cuando les vendo licor, es contrabando. Cuando mis clientes lo sirven en una bandeja plateada en Lake Shore Drive, es hospitalidad”.

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¿Qué es la Marea Roja?

La marea roja es un fenómeno que suele ocurrir en los océanos que tocan tierra mexicana, por lo que hay consecuencias para la salud de las personas que hay que tomar en cuenta.

Pero, ¿qué es la marea roja?

La marea roja es un fenómeno cíclico que tiene que ver con el movimiento del agua del océano generado principalmente por las corrientes, las cuales se les conoce como “surgencias”, ;as cuales son un movimiento de aguas profundas más frías que llegan a la superficie y que se origina por la interacción de los vientos y la rotación de la Tierra, pero también tiene que ver con la temperatura.

Este fenómeno ocurre por lo general durante la época de lluvias que generan movimientos entre ríos y arroyos, lo que causa que los océanos reciban grandes depósitos de agua con elevadas concentraciones de fósforo, calcio, carbono y nitrógeno, por lo que se convierte en un ambiente propicio para microorganismos productores de toxinas en el mar.

Estos organismos, como el fitoplancton, se alimentan de otros organismos como el zooplancton, que a su vez también son alimentos de crustáceos y moluscos que sirven como comida para algunos tipos de peces, mismos que también son para el consumo humano.

Ahora, si el humano consume pescados y mariscos contaminados por microorganismos, estos pueden sufrir problemas de salud como disenterías y diarrea, hasta ocasionar incluso una parálisis en rostro y cuerpo.

También las toxinas ingeridas pueden terminar en el sistema neuronal, causando pérdida de memoria y afectar el sistema cognotivo.

Es por estas razones por las que las autoridades de salud piden a las personas que no consuman especies marinas durante esta temporada, en especial si estas son crudas, pues es probable que los tejidos de estos animales tengan toxinas que dañen a los humanos.

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¿Cuál es la temperatura máxima que soporta el cuerpo humano?

La Comisión Nacional del Agua (Conagua) informó sobre una segunda ola de calor que afectará a varios estados del país, por lo que la dependencia advirtió sobre posibles golpes de calor que pueden afectar a las personas.

Ante esta advertencia surge la duda, ¿cuál es la temperatura máxima que soporta el cuerpo humano?

De acuerdo a una investigación de Lewis Halsey de la Universidad de Roehampton, Inglaterra, la temperatura máxima a la que el cuerpo humano ya no se puede autorregular está entre los 40 y los 50 grados centígrados, por lo que el cuerpo humano puede soportar temperaturas máximas de 39 grados centígrados.

Según indica este estudio, una vez que el cuerpo alcanza esas temperaturas máximas se experimenta el “estrés, provocando náuseas, mareos, confusión, dolor de cabeza y desmayos.

Para conocer este resultado, se llevó a cabo un experimento en el año 2021 en el cual participan cuatro hombres y tres mujeres, esto con la finalidad de conocer el aumento de la tasa metabólica, el proceso con el que se mide que tanta energía consume el ser humano para seguir funcionando.

Ante esto, los resultados arrojaron que con cada persona el experimento fue diferente, pues su reacción al calor varió dependiendo a su edad, sexo y si se padecía algún trastorno médico, pues en algunas personas la tasa metabólica no aumentó a los 40 grados, pero si a los 50.

Con esto la investigación se enfocó en analizar el intervalo de temperaturas en el que la tasa metabólica (o sea la cantidad de energía mínima que necesita el cuerpo para realizar funciones básicas) puede seguir controlando la temperatura de nuestros órganos vitales sin consumir grandes cantidades de energía, a lo que se conoce como temperatura central.

Ahora, si el cuerpo humano llega a su temperatura máxima esto puede causar varios efectos peligrosos para la salud, llegando incluso a la muerte.

“Las proteínas del cuerpo empiezan a desnaturalizarse: dejan de funcionar, y los impulsos nerviosos no funcionan tan bien. El sistema nervioso es menos eficaz, y eso es integral para el cuerpo“, explica el científico y agrega que igual comenzaría a afectar al corazón.

“Si eso genera una arritmia y el corazón no bombea sangre con la misma eficacia por todo el cuerpo porque está ‘desincronizado’, eso podría causar niveles bajos de oxígeno. Si los niveles de oxígeno en el cerebro están indefensos, entonces tienes un verdadero problema“, indicó por último.

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Se disparan indicadores del cambio climático

Según la Organización Meteorológica Mundial, el año pasado registró un alarmante incremento en los indicadores del cambio climático: emisiones de gases de efecto invernadero, aumento de la temperatura y del nivel del mar, acidificación de los océanos, disminución de la capa de hielo de la Antártida y derretimiento de los glaciares. Este año, continúa la tendencia preocupante, con temperaturas del mar persistentemente elevadas, confirmando las predicciones de los científicos climáticos.

Francisco Estrada Porrúa, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, advierte que este fenómeno, aunque esperado, está progresando a un ritmo sorprendente. El aumento de temperatura, exacerbado por eventos climáticos extremos como El Niño, representa una amenaza inminente, acercándonos peligrosamente al límite crítico establecido por el Acuerdo de París.

La principal causa del cambio climático sigue siendo la masiva emisión de gases de efecto invernadero por actividades humanas. Estrada Porrúa subraya que este fenómeno complica enormemente los desafíos globales, como el hambre cero, al afectar la producción agrícola y la biodiversidad. En México, el impacto es evidente: la temperatura ha aumentado a un ritmo alarmante, afectando la disponibilidad de recursos hídricos y provocando cambios significativos en los patrones de lluvia.

El informe “Estado y perspectivas del cambio climático en México: un punto de partida”, publicado por el Programa de Investigación en Cambio Climático y el Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, revela que el país se está calentando a un ritmo más acelerado que el promedio mundial, con consecuencias devastadoras para la agricultura, la biodiversidad y la economía.

Las ciudades, especialmente, sufren los impactos combinados del calentamiento global y el calentamiento local causado por la urbanización. Estrada Porrúa destaca que urbes como la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey enfrentarán pérdidas económicas significativas debido a este fenómeno.

Sin embargo, revertir o controlar el cambio climático es un desafío complejo. Estrada Porrúa enfatiza que, aunque se pueden mitigar los efectos, no existe una solución definitiva. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero es fundamental, pero las tendencias actuales muestran un aumento preocupante en estas emisiones, tanto a nivel global como en México.

El investigador advierte sobre la urgencia de tomar medidas más serias frente al cambio climático. A pesar de los esfuerzos de investigación, persisten lagunas de información y falta de recursos para abordar adecuadamente este problema. Los desastres naturales extremos, como el huracán Otis, son solo un ejemplo de las consecuencias devastadoras que podemos esperar si no actuamos con determinación.

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