Internacional
Alexéi Navalny fue envenenado antes de morir, revela viuda tras análisis forense en el extranjero

Alexéi Navalny, el principal opositor ruso fallecido en una prisión del Ártico el pasado mes de febrero, murió envenenado, según revelaron análisis clínicos realizados por laboratorios internacionales. Así lo ha denunciado este miércoles su viuda, Yulia Navalnaya, en un contundente vídeo difundido a través de sus redes sociales, en el que responsabiliza directamente al presidente Vladimir Putin de su asesinato.
“Mi marido, Alexéi Navalny, fue envenenado. No son palabras vacías; tengo todos los motivos para afirmarlo”, declaró Navalnaya, quien reside actualmente en Alemania. Aseguró que lograron sacar de Rusia “material biológico” del cuerpo de Navalny, que fue analizado en al menos dos países. “Los laboratorios llegaron a la misma conclusión: Alexéi fue asesinado mediante envenenamiento”, insistió.
La acusación echa por tierra la versión oficial de las autoridades rusas, que atribuyeron la muerte del disidente a un “síndrome de muerte súbita” por arritmia cardiaca. Una explicación que desde el primer día fue rechazada por familiares, colaboradores, médicos independientes y gobiernos occidentales.
Tortura sistemática y traslado premeditado
Navalnaya detalló en su mensaje los terribles padecimientos que sufrió su marido durante los tres años que permaneció encarcelado. “No solo querían matarlo; trataron de quebrantarlo”, afirmó. Relató cómo fue sometido a largos periodos en celdas de castigo, privado de bienes esenciales, alimentos y calor, en condiciones extremas en la colonia penal IK-3 de Jarp, más allá del Círculo Polar Ártico, adonde fue trasladado dos meses antes de su muerte.
“Todo lo que tenía eran seis metros cuadrados, una taza, un cepillo de dientes y una cama plegada que durante el día le impedía tumbarse”, describió.
Los últimos minutos de vida
La viuda reconstruyó también los dramáticos momentos finales de Navalny, basándose en testimonios que habría recabado de dentro del sistema penitenciario. El 16 de febrero, durante un breve periodo de recreo, Navalny comenzó a sentirse mal. “Golpeó la puerta, dijo que su pecho y estómago ardían y comenzó a vomitar”, narró.
Según su relato, los guardias lo dejaron solo y la ayuda médica tardó más de 40 minutos en llegar. Para cuando fue trasladado a la enfermería, ya estaba inconsciente. El monitor cardíaco dejó de mostrar actividad a las 14:23 horas.
Un historial de intentos de envenenamiento
Esta no fue la primera vez que Navalny fue objeto de un atentado. En agosto de 2020 sobrevivió a un envenenamiento con el agente nervioso Novichok en Siberia, un ataque que siempre atribuyó al Kremlin. Tras recuperarse en un hospital de Berlín, regresó a Rusia en enero de 2021, donde fue inmediatamente detenido y encarcelado, sin volver a ser liberado.
Curiosamente, el presidente Putin afirmó días después de la muerte de Navalny que había aprobado un canje prisionero que incluía al opositor. Una declaración que los allegados al disidente interpretan como una admisión velada de que su eliminación era un objetivo de Estado.
Un llamado a la verdad y la justicia
Navalnaya reconoció que las potencias occidentales carecen de base legal para iniciar un proceso penal contra Rusia, pero hizo un emotivo llamamiento a la comunidad internacional y a los laboratorios involucrados: “Tengo una base moral. Alexéi era mi marido y mi amigo. Era un símbolo de esperanza. Putin mató esa esperanza. Tenemos derecho a saber cómo lo hizo”.
Exigió la publicación completa de los análisis toxicológicos y criticó a quienes, por “complacer a Putin”, podrían estar retrasando la difusión de la verdad. “La única forma de enfrentarse a Putin es actuar con coraje y franqueza”, sentenció.
El Kremlin, por su parte, se ha negado a comentar las acusaciones. La justicia rusa rechazó el martes abrir una investigación por asesinato, cerrando oficialmente la puerta a cualquier pesquisa interna sobre la muerte del hombre que, con sus denuncias de corrupción y sus marchas multitudinarias, se convirtió en la mayor amenaza política para el régimen de Putin.